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Lollaman el Panhandle (el mango de la sartén) un vasto y plano trecho del noroeste de Texas que se entromete en la planicie de las llanuras de Oklahoma y Kansas. Llamarlo desconocido no es del todo exacto. Europeos y asiáticos llegan en autobuses repletos, fascinados por lo que sigue siendo tierra ganadera, toda abierta y vacía, un vasto mar de hierba y mesquite que se extiende hasta un lejano horizonte. La mayoría de los turistas mexicanos en Texas dedican su tiempo a los “malls” de Houston, Dallas o San Antonio. Para una familia, en cambio, volar a Amarillo por uno o dos días puede ser mejor que una visita a un parque temático.
Amarillo es la gran ciudad del Panhandle texano. Se supone que su nombre proviene de las rocas amarillas en los arroyos, generalmente secas, de la región. Pocos son los habitantes de la ciudad enterados de que Amarillo se refiere a un color, y mucho menos saben pronunciarlo. En el Panhandle nadie pretende pasar por sofisticado.

Por esos rumbos siguen montando a caballo los vaqueros, vigilando enormes rebaños desde el lomo de un caballo. Esos son los hombres sobre los cuales se hicieron películas de cine, y los turistas quieren verlos en persona. Según el periódico local, el abigeato o robo de ganado es un problema tan grave como lo era cuando John Wayne cabalgaba por los llanos.
La subasta de ganado se celebra cada martes, o sea que el lunes es un buen día para volar a Amarillo. Casi la única desilusión está en ver que los rancheros suelen ponerse gorras de béisbol en vez del clásico Stetson texano. Los Stetson texanos, según parece, son para contadores y abogados de Dallas, que está a cientos de kilómetros de distancia.
De paso diremos que “rancho” tiene otro significado al norte del Río Bravo. Un rancho podría compararse a la hacienda del siglo XIX en México. Los rancheros del Panhandle suelen ser ricos y poseen enormes rebaños que vagan por miles de hectáreas. Algunos de los ranchos son más grandes que unos países.
El mejor modo de moverse es rentar un auto. Empieza el día con un desayuno estilo vaquero en el River Breaks Ranch. Las salchichas y los huevos son asados a fuego abierto al aire libre, y la especialidad son los bizcochos. A los vaqueros les gustaban los bizcochos. Pide que tu hotel llame la noche anterior y les diga que vas a llegar. Además, asegúrate de que te den instrucciones sobre cómo llegar.    
Si es martes, asiste a la subasta de ganado y luego detente en el museo. Para el almuerzo sal por la carretera que llaman Ruta Histórica 66 por unos 30 minutos hasta Adrian, a medio camino entre Chicago y Los Angeles. Ahí no hay que perderse el Midpoint Cafe. Aunque no sea otra cosa, pide una rebanada de pie. La dueña, Fran Houser, informa que la mayoría de sus clientes son visitantes de otros continentes que andan de gira por el Viejo Oeste,
La Ruta 66, que conecta Chicago con Los Angeles, se abrió en 1926, aunque en aquella época no estaba totalmente pavimentada. Se convirtió en la más famosa carretera de todos los Estados Unidos. Sobre ella se escribieron canciones, y una serie de televisión presentó. Las autopistas interestatales la volvieron obsoleta pero la “Histórica Ruta 66” se convirtió en uno de los grandes atractivos turísticos de los Estados Unidos. Los europeos y los japoneses fletaban autobuses para viajar por lo que queda de su extensión.


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