Por Héctor Pérez García
He sido testigo del desarrollo del Tianguis de Acapulco desde su inicio hace 36 años, cuando este país tenía en don Miguel Alemán Valdez un adalid del turismo.
Recuerdo cómo fue construido el Centro de Convenciones de Acapulco, no para el tianguis, sino para albergar una reunión anual de ASTA, la asociación internacional de agentes de viaje.
En aquellos años Acapulco era la joya de la corona; el turismo de sol y playa se había asentado en las playas de la bahía más hermosa de Latinoamérica y don Miguel Alemán veía su obra al frente del Consejo Nacional de Turismo reflejada en los primeros hoteles de calidad internacional y el éxito de Acapulco: el Fiesta Americana,
En Hoteles Camino Real, desde entonces consideramos la asistencia al Tianguis como un evento de relaciones públicas y una oportunidad de agasajar a nuestros socios en el negocio de los viajes: los agentes mayoristas y minoristas y las líneas aéreas principalmente. Las negociaciones, tal como sucede en nuestros tiempos, se hacían y cerraban en las oficinas corporativas de los hoteles o en las de los operadores en Norteamérica. El gran evento era la cena anual que nuestra compañía ofrecía a multitud de invitados, como muestra de reconocimiento por su productividad. Con esto no quiero decir que el tianguis no fuese lo que siempre pretendió ser: el escaparate del turismo mexicano hacía el mundo. Hubo una época que el tianguis cumplió su cometido, pero… los tiempos cambian.
Pero a Acapulco lo dejaron morir; más bien lo invitaron a bien morir: el sindicalismo intransigente, la profusión de condominios, el caos urbano y la corrupción oficial. En Acapulco se inventaron los “Bloqueos” de taxistas, se ejecutaron “huelgas locas” y hasta se llegó a asesinar a un par de gerentes de hotel. La bahía comenzó a contaminarse con desechos de sus “favelas” en la cúspide de la montaña donde se asentó ilegalmente Ciudad Renacimiento. Todo esto mientras las autoridades volteaban para otro lado.
Alejandra Cullen escribe con atingencia desde Acapulco: “Acapulco fue víctima de su éxito. Pensamos que sus cualidades eran infinitas, que su gente aguantaría todo abuso, que su naturaleza jamás perecería y la fiesta nunca terminaría. Quien lo conoce de tiempo atrás sabe que lo que hoy vemos es “la crónica de un desastre anunciado”, producto de décadas de abusos de autoridades, desarrolladores y visitantes.
Los desarrollos habitacionales suelen tener un origen dudoso. Compras irregulares de terrenos ejidales, arreglos para minimizar el predial, permisos de construcción inauditos y políticas públicas erráticas. Nadie controla.
El mar de la bahía se volvió peligroso, no por su marea, sino por su contaminación. Los pediatras lo consideran su mejor socio: no hay niño que regrese sano. Nadie lo limpió, ni impidió que se tirara basura; nadie dejó de tirarla”. Para culminar Acapulco pierde el Tianguis Turístico.
Ningún destino turístico de México ha recibido tanto apoyo del gobierno federal a través de los años; planes, proyectos, inversiones, para revitalizarlo. Y Acapulco, como barril sin fondo absorbía cientos de millones de pesos sin lograr avanzar en su resucitación; sin lograr rescatar sus glorias perdidas, sin actualizarse en la actitud de ciudadanos y gobernantes. En lugar de eso Acapulco comenzó a migrar: de su asentamiento original en Caleta, pasó a La Condesa y luego más allá hasta la base naval de Icacos. Adelante de Las Brisas surgieron los hoteles Princess y Puerto Marqués, para continuar rumbo a Barra Vieja por un lado y la Bahía de Puerto Marqués por el otro. El Acapulco de nuestros días se ubica en Punta Diamante. De ahí, yo no tiene a donde irse huyendo de sí mismo.
Pero Acapulco cumplió su ciclo vital hace muchos años y ahora con la decisión del gobierno federal de quitarle el Tianguis Turístico, le ha dado Jaque Mate. Aún cuando no se publiquen las razones que tuvo el gobierno federal para tomar una decisión tan drástica,
Cuando Acapulco perdió calidad, dijo alguna vez don Juan Sánchez Navarro,
El ejemplo de Acapulco, que se repite en otros centros vacacionales del país, también erosiona esa posibilidad a la que se refería el señor Sánchez Navarro: la posibilidad de buscar turistas de altos ingresos. El turismo por su glamor es atractivo para la política, y cual mujer bella, los políticos van tras ella, le prometen el cielo y las estrellas, y no le cumplen. Una posibilidad de solucionar los problemas del turismo en este país sería separar la política del turismo; dejar a la “industria sin chimeneas” a sus propias fuerzas creadoras e innovadoras. Apoyando, eso sí, pero tal como se hace con otras industrias en el país. La función del gobierno es facilitar, fomentar, apoyar y normar. Los políticos no han podido
¡Vaya! , nuestra flamante Ley General de Turismo, recién firmada hace un par de años en el vecino Nuevo Vallarta, por el presidente Calderón, ni siquiera contempla normatividad para determinadas manifestaciones del turismo moderno: los cruceros, el tiempo compartido y el todo incluido. Es por ello, porque los políticos lo han facilitado, que las cadenas de hoteles españoles que ya representan cerca de cuarenta mil cuartos hoteleros en el país, prefirieron dejar España y construir en México ventajosamente en relación con los empresarios mexicanos. Tenemos pues una flamante Ley General de Turismo, incompleta y para colmo aún sin reglamento que permita aplicarla con puntualidad.
Es bueno que el Tianguis salga de Acapulco, pero hubiese sido mejor tener varios tianguis en el país, eventos especializados en segmentos específicos o regiones geográficas con ofertas afines.
Acapulco acabó huyendo de sí mismo, esperemos que no le suceda lo mismo al Tianguis turístico. Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.
*El autor es analista turístico