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Por Daniel Olivares Villagómez.

  • Turismo: Recuperación, chamaqueada y amenazas.

La actividad turística mexicana ha dado signos de recuperación, en gran parte debido a la circunstancia de que el gobierno mexicano decidió enfrentar la pandemia sin cerrar las fronteras, con lo que el país no dejó de ser una opción de viaje llamativa para el mercado estadounidense, que es el principal globalmente hablando. A esto se ha ido sumando la circunstancia de que en el país ha concluido ya prácticamente la vacunación de adultos, lo que ha dado fuerte impulso al turismo doméstico, ansioso de por lo menos darse una escapadita, aunque sea a lugares cercanos. La temporada veraniega dio buena cuenta de eso, pues muchos de los centros turísticos tuvieron una muy buena ocupación, señal de que el turismo carretero ha ido en aumento.

Las líneas aéreas, especialmente las de bajo costo, han hecho su parte para impulsar la recuperación, ofreciendo alternativas atractivas para el viajero dispuesto a sacrificar elementos no esenciales del viaje por una tarifa baja. Los hoteleros y arrendadoras de autos han sido flexibles en los motores de reservas ofreciendo la posibilidad de cancelaciones sin cargo, con lo que cada vez más clientes se animan a programar sus viajes. Las navieras ofrecen garantías para que los pasajeros se sientan seguros y las agencias de viajes han redoblado esfuerzos para promover la demanda turística. El evento programado más importante del año, que genera una demanda turística impresionante se desarrolló muy bien, impactando positivamente en la reactivación turística: El Gran Premio de México fue todo un éxito y su derrama económica se hizo sentir.

En este marco por demás positivo, en el que todos han trabajaron arduamente, la nota negativa la tuvo que dar la frivolidad en la gestión turística de la Ciudad de México, cuya recién nombrada titular hizo recordar los tiempos, que ya creíamos superados, en que las carteras de turismo se manejaban con superficialidad y capricho.

El escándalo protagonizado surge básicamente por la chamaqueada de aceptar subir al avión propiedad de un prominente adversario de sus jefes. ¿En qué estaba pensando? ¿en el glamour del “jetset” privado? ¿en la “agradable” compañía del proveedor de su dependencia que iba a su lado? ¿o en el canto de los sirenos que presumiblemente le hicieron escuchar? Cuesta trabajo creer que abandonó la CDMX precisamente cuando se celebraba el evento de promoción más importante del año para la urbe. Algo poderosísimo la llevó a caer en un presumible “cuatro” preparado con no mucha sutileza: De pronto “aparecen” miles de dólares no declarados y se destapa otra frivolidad mayúscula: ¡Una boda de funcionarios a la que están invitados “con toda discreción” adversarios de sus jefes!

Los que por edad hemos visto esta clase de frívolas conductas en los funcionarios turísticos del pasado no pudo dejar de sorprendernos tan obvia chamaqueada: Ojalá sirva para dejar claro que los nombramientos recaigan en especialistas conocedores, responsables y comprometidos. La Jefa de gobierno de CDMX expresó, tras el escándalo, que busca a una mujer para el cargo: Hay muchas profesionales que han demostrado por muchos años talento, conocimiento y seriedad, y que no perderían la cabeza por una boda de ensueño. Ojalá que no se vuelva a equivocar; los escenarios son de amenaza: La delincuencia ha golpeado durísimo a la Riviera Maya. Urge contrarrestar esa mala imagen nacional.

   

        


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