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Categoría: Lo mas reciente

Mérida ciudad blanca y de colores pastel, sitio histórico y de hermosa arquitectura, de platillos de tradición y cocinas contemporáneas, sede de son y trova, de alta hotelería y destino de enamorados. Ciudad cultural, multifacética, un destino por sí mismo o punto de partida ideal para visitar otras riquezas del estado de Yucatán ubicados a corta distancia, místicos cenotes, ruinas sagradas, paradisiacas playas, coloridos pueblos y magnas haciendas. Mérida, encantadora en todos los sentidos que la percibamos, una capital para experimentarla una y otra vez, un destino para vivir México.

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Para maravillarnos con el corazón de Yucatán y visitar destinos emblemáticos cercanos, nos hospedamos en Presidente InterContinental Villa Mercedes Mérida, una antigua mansión remodelada cuidadosamente de color mamey, grandes ventanales y arcos, que responde a la arquitectura art nouveau que se erige en todo Mérida. Un hotel de servicio y trato cálido, de 127 amplias y cómodas habitaciones en 6 categorías que llegan hasta suite presidencial, favorita de muchos artistas que visitan la capital, salón para eventos o conferencias, gimnasio, alberca al aire libre. Además de estar equipado con todos los servicios, goza de ubicación privilegiada para turistas de placer y negocios.

Siendo el estado con historia culinaria más representativa del país, Presidente Intercontinental no podía quedarse atrás. Comenzamos el día en el buffet de desayuno del restaurante Stephens, uno de los festines favoritos de Mérida, cochinit pibil, lechón al horno, frijoles negros y las famosas bolitas de queso para el café, son parte de las opciones. Por la tarde recomendamos refrescarse en el bar del hotel o en la terraza con el coctel que les hizo fama: la Margarita Pibil, preparada con axiote, jugo de naranja agria, tequila, licor de naranja, adornado con chile habanero y una garnitura de hoja de plátano.

A unos pasos del hotel, se encuentra el emblemático Paseo Montejo, una gran avenida que guarda historias en las paredes de las casonas coloniales, aquí museos aguardan para los curiosos visitantes que quieren conocer más acerca de épocas pasadas, cuando Mérida fue sede de poderosos hacendados quienes inspirados en Campos Elíseos en Francia construyeron dichas casas. Además durante los domingos se cierra la vialidad para que unicamente ciclistas pueden pasear libremente, aquí mismo hay bicicletas disponibles para alquilar.

El paseo dominical puede culminar en el Centro Histórico para recorrer los puestos de artesanías y garnacha yucateca, como las famosas marquesitas, una masa crujiente parecida a una crepa, envuelta en rollo con crema de avellanas, cajeta o leche condensada coronada con queso de bola rallado. Visitar los interiores pastel del teatro Peón Contreras; las esculturas de Jorge Marín en en Museo Casa de Montejo, artista contemporáneo mexicano, creador de aquellos ángeles enmascarados y acrobáticos de bronce que se exhibieron sobre Paseo de la Reforma en Ciudad de México; o los murales dentro del Palacio de Gobierno del Estado de Yucatán.

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Mérida es Capital Americana de la Cultura por segundo año consecutivo, este nombramiento se otorga a un destino en todo el continente americano, el requisito es contar con gran oferta cultural a lo largo del año a través de distintos eventos musicales, teatrales, exposiciones y ferias; por lo que en Mérida todos los días se monta un evento gratuito, un ejemplo es el baile típico que se presenta los jueves por la noches en la explanada del Parque Santa Lucía; al ritmo de Jarana, las bailarinas olean sus blancos vestidos bordados y lucen sonrientes sus tocados floreados mientras son rodeadas por los bailarines con guayaberas y sombreros quienes zapatean hábilmente con sus huaraches. Espectáculo que puede apreciarse desde las terrazas de los restaurantes o bares situados en la misma plaza, nosotros elegimos Apoala, un edén de la cocina mexicana contemporánea, platillos inspirados en clásicas recetas con un toque moderno que resalta por su esencia sencilla pero de ricas texturas y digna presentación; una prueba más de que Yucatán no es sólo el estado de la tradición culinaria, sino un exponente de nuevos talentos gastronómicos y propuestas que dan un giro a los ya conocidos y tan apreciados sabores de nuestro país.

A una hora y media de Mérida se encuentra una de las tantas joyas naturales de Yucatán. En Celestún comienza la visita con un paseo en bote sobre el verde manglar para llegar al punto de observación y apreciar entre ramas a flamingos que descansan estáticos, a otros que se alimentan en la laguna y algunos que aterrizan elegantes del despejado cielo, siendo noviembre a marzo la mejor época para el avistamiento de las aves rosadas. Además, en la Reserva de la Biosfera Ría Celestún se encuentra un pequeño ojo de agua donde es posible refrescarse, a unos minutos está también la playa de Celestún, donde disfrutamos de su fina arena blanca y cálidas aguas turquesa.

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De regreso al Presidente InterContinental, nos esperaba un queso holándes (o de bola) relleno de carne molida, un platillo típico de la región. Los chefs destaparon el cazo huemeante que despertó nuestro apetito, textura cremosa y sabores que equilibran lo dulce de los piñones, pasas, canela con la carne y el queso, cubierto de una salsa de tomate y salsa de harina con epazote. Una delicia yucateca que nos hizo sentir en épocas navideñas.
 
Otro de los distintivos del estado de Yucatán son los centoes, esas fuentes naturales de aguas dulces y saladas producto de un agujero prehistórico donde se ha acentado el agua fluvial, lugares sagrados para los mayas y ahora santuarios acuáticos del turista, los cuales pueden presentarse subterráneos o al aire libre. La península yucateca cuenta con más de 2400 cenotes, y cercano a Mérida hay decenas de ocpiones para visitarlos. Yaxbalkatún (a una hora de distancia) es uno de los más famosos, se desciende con rapel o por las escaleras para sumergirse en este pozo mágico rodeado de piedra donde posan y revolotean las golondrinas. Aquí mismo hamacas y una comedor rústico completan la visita.

También a una hora de Mérida se encuentra Izamal, la "ciudad amarilla", un pueblo mágico que combina con el sol, de paredes coloridas que brillan doradas desde que entramos al poblado. Para estar más cerca del cielo se puede subir la pirámide Kinich Kakmó, dedicada a la deidad solar Rostro del Sol o Guacamaya de Fuego, la tercera pirámide con mayor magnitud de nuestro país después de la del sol en Teotihuacán y la de Cholula en Puebla. Ahí mismo, sobre la plaza de culto maya, los conquistadores edificaron a lo largo y al centro de la cuidad el majestuoso convento de San Antonio de Padúa, un recinto religioso de enormes arcos ahora de color amarillo como todas las casas que lo rodean.

Izamal es famosa por sus helados de coco, paseos en calesa, artesanías y antojitos del mercado, pero también Izamal destella por ser cuna de uno de los restaurantes yucatecos con más tradición del país que ha rescatado minuciosamente las recetas de cultura maya para ejecutarlas lo más apegada a las costumbres prehispánicas y de influencia colonial. El restaurante Kinich es oro puro como el color de Izamal, un lugar sin duda donde comerían los dioses mayas, restaurante amplio con detalles en maderas que nos abraza en ambiente cálido y amable por su atención, que se impregna de olores a axiote, naranja agria y otros platillos que se cocinan al momento. En la mesa tenemos tortillas echas a mano traídas directo del comal, una caliente sopa de lima, auténtica y especiada longaniza de valladolid cocinada la leña, empanadas de chaya con queso de bola, un fresco dzic de venado, jugosa y suave cochinita pibil que se enterró para preparse como lo indica las estrictas recetas ancestrales de Kinich. Todo para compartir, Kinich trae a la mesa con sus ingredientes la alegría de las exquisistas comilonas de numerosas familias y recetas de las abuelas, esencia y regocijo que invoca a los ancestros del místico mundo maya.

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Yucatán es un estado basto y rico en todo los sentidos, donde colores, sabores y aromas han dejado la mayor huella de lo que significa México. Mérida es sólo donde comienza la experiencia para sentir latir la cultura de nuestro país y atrapar el alma de nuestras tradiciones.
Por Ariadna Ramo