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• La México-Cuernavaca: Una autopista “de primera”.
• ¿Dónde está la Policía Federal?
 
El estancamiento en el que sobrevive México desde que los funestos gobiernos privatizadores y entreguistas se han sucedido del salinato para acá, tiene diversas manifestaciones en todos los ámbitos sociales. En materia de infraestructura de transporte los hechos son elocuentes: En 27 años no se ha construido ni un solo aeropuerto nuevo, siendo que en los años sesentas y setentas no pasaba un año sin que se tuviera noticia de avances en la construcción de la red de aeropuertos.
  Otro sector rezagado son las carreteras del país, lo que se puede demostrar si se analiza la más utilizada por los viajeros: La México-Cuernavaca.
  Ésta autopista se inauguró en 1952 y fue lógicamente pensada para las necesidades de esa época, en la que sólo una pequeña fracción de los vehículos que circulan actualmente podían verse por las calles y caminos de México.
  63 años después y con un número descomunalmente mayor de autos, autobuses y camiones de carga, la autopista México-Cuernavaca sigue siendo básicamente la misma, lo que ocasiona que todos los fines de semana se convierta en un verdadero viacrucis para todos los que circulan por ella y también para todos los que viven cerca.
  La autopista en cuestión comunica a la ciudad más grande del mundo con cientos de poblaciones residenciales, recreacionales y balnearias a lo largo del estado de Morelos y del de Guerrero, incluyendo desde luego al Puerto de Acapulco, principal centro turístico del país. Cientos de miles de periplos se realizan a través de ella, y si hubiéramos tenido gobiernos responsables en las últimas tres décadas, desde hace mucho que se hubieran realizado obras para poder hacer frente al creciente tráfico vehicular. Sin embargo, han quedado en el olvido los adelantados proyectos que a finales de los setentas propuso la facultad de ingeniería de la UNAM, que contemplan la construcción de un gran túnel para atravesar la sierra del Ajusco, similar a los que cruzan los Alpes, y que permitiría llegar al Valle de Cuernavaca en cerca de veinte minutos. Un gran túnel así permitiría además la circulación de trenes de alta velocidad para mover a miles de pasajeros en forma rápida y segura. Además, y de acuerdo a las avanzadas ideas plasmadas por el ilustre y hoy extinto Ingeniero Heberto Castillo, el efecto “chiflón” de construcciones de esa naturaleza ayudarían a la ventilación del Valle de México, disminuyendo la contaminación atmosférica.
  Todo lo anterior parece desgraciadamente de ciencia ficción, pues las grandes obras solo pueden realizarse cuando buenos gobiernos ven el interés general por encima de todo. Infortunadamente nuestro país cayó desde el salinato en manos de políticos fundamentalmente corruptos que se han dedicado a saquear el patrimonio nacional entregándolo a favoritos y transnacionales: El resultado práctico es el abandono de la infraestructura y que los viajeros en un típico regreso de Cuernavaca hagan hasta cinco horas de camino.
  Por si esto fuera poco, sábados y domingos se ha venido juntando una plaga de irresponsables motociclistas que en grupos de treinta o más se lanzan a toda velocidad entre los carriles vehiculares abarrotados, poniendo en peligro no sólo sus vidas sino las de todos los demás: Lectores del periódico “Reforma” han denunciado diversos accidentes que son inevitables ante la estupidez de los mozalbetes, que entre los retornos de la carretera previos a las casetas, usan la misma como circuito de carreras en pleno periodo vacacional familiar, todo ante la complacencia de la Policía Federal, que en lugar de detenerlos se dedica a su especialidad de extorsionar a conductores de camionetas con mercancía.
  La triste realidad es que la corrupción imperante hace que la México-Cuernavaca, con su trazo caprichoso y obsoleto, se convierta los fines de semana y periodos vacacionales en una peligrosa autopista “de primera”, pues es muy difícil llegar a meter segunda velocidad en un tráfico a vuelta de rueda.                 


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